Mi boca ha sido invadida por ese sabor metálico que tiene la sangre. Puedo mover los dedos, y de hecho los muevo frenéticamente mientras araño la tierra que se me incrusta en las uñas y que yace bajo mi espalda. Cada vez respiro más rápido, el aire se me escapa sin remedio y mis ojos secos de repente se han humedecido. Mi corazón palpita tan fuerte como aquellos tambores que me gustaba oír en los desfiles. La ropa que aun me cubre huele a muerte, a suciedad, a estúpida valentía. Estoy solo, y por primera vez el sol no me parece alentador. Sé que solo me queda esperar y repasar mentalmente y despacio cada uno de los motivos por los que me encuentro así, moribundo y deshecho.
Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos, y ya no estoy aquí, estoy corriendo con algo entre los brazos, pero. . .no consigo recordar que era exactamente, algo de vital importancia sin duda. Ah, y había tres hombres que también corrían, aunque no conmigo.
Me caí, aquello que tenía entre los brazos se quejó un instante, me levanté con la mayor prisa posible. Mis pies ya iban a ponerse en marcha de nuevo cuando pasó algo que me heló la sangre. Algo de punta redondeada me presionó la espalda y mis pupilas se ensancharon imperceptiblemente. Abracé aquello que lloriqueaba en mi regazo y luego lo solté en el suelo, lejos de mi.
Lo último que escuché fueron risas, risas que estoy seguro no eran de alegría, y luego un sonido sordo que provocó el vuelo improvisado de varias aves que hasta entonces habían sido testigos silenciosos de mi carrera.
Caí de bruces contra el suelo, ya no oía nada, la vista se me nublaba, se me despedazaba el alma. No sé por qué me invadió el deseo de darme la vuelta, de mirar el cielo. Y eso hice, acabando con las pocas fuerzas que me quedaban.
Es todo lo que mi mente consigue reproducir. Ahora miro el cielo y pienso en ese Dios en el que creo incondicionalmente, del que estoy seguro no será mi salvador.
Me pregunto si estoy siendo egoísta, y es que cuando pienso en que todo ha acabado para mi no puedo evitar sentirme feliz.
Perdonadme, os dejo una guerra que concluir, un mundo gris.
Adoro tus conclusiones :3
ResponderEliminar¡Qué me encanta volver a leerte!
ResponderEliminarEl texto es brutal; me ha encantado, de verdad :)