Los suaves y cansados pasos de aquel animal de ensueño, de aquel corcel alado, eran insonoros sobre aquella hierba esponjosa que se iba moteando con gotitas de rocío carmesí. Mantenía las alas pegadas a ambos lados del lomo, como si nunca antes se hubieran desplegado, y en sus ojos grandes y oscuros permanecía un brillo demasiado humano.
Con la cabeza gacha doblaba sus esbeltas patas con esfuerzo desganado e iba acercándose a un manantial que parecía haber visitado antes. Bebió agua mientras sus crines se mojaban y cuando terminó se tumbó en la hierba. El animal miraba con ojos de mujer dolida los gruesos hilillos de sangre que bajaban por su costado. El tiempo se hacía pesado. . .De repente una flecha surca el cielo y un relincho asustado le sigue.
La figura esbelta del cazador completó aquella idílica imagen. Sin embargo, la ambición y la excitación que reinaban en los ojos de aquel muchacho maduro contrastaban con la pureza de aquel blanco pegaso que, a pesar del miedo, ya no hacía ningún esfuerzo por huir y asegurar su vida.
No podía creerlo, aquel trofeo mítico iba a ser suyo, aquella sangre cubriría
la de la amada perdida, así se lo había dicho el Destino.
Su pies ansiosos deformaban la tierra que pisaban y agarrando con más fuerza de lo necesario el arco lo tensó. Fuego y anhelo en su semblante y expresión concentrada en sus labios apretados.
El pegaso decidió mirar al que sería su verdugo, con alguna clase de vana esperanza. Relinchó de nuevo, pero más débilmente que antes, agitando la cabeza suavemente. Pero otra flecha voló alcanzando su diana.
La calidez del aire se enfrió cuando el último músculo de este animal quedó inerte.
El cazador llamó al Hado, exigió su presencia. ''Devuélvemela'' dijo, y ''aquí la tienes'' afirmó el Destino señalando al animal muerto mientras sus crines se hacían cabellos y su lomo pecho, mientras las alas desaparecían y en su lugar aparecían delicadas extremidades.
-Mortal, tú la mataste, tú la perdiste. . .Tú hiciste el camino.
La figura esbelta del cazador completó aquella idílica imagen. Sin embargo, la ambición y la excitación que reinaban en los ojos de aquel muchacho maduro contrastaban con la pureza de aquel blanco pegaso que, a pesar del miedo, ya no hacía ningún esfuerzo por huir y asegurar su vida.
No podía creerlo, aquel trofeo mítico iba a ser suyo, aquella sangre cubriría
la de la amada perdida, así se lo había dicho el Destino.
Su pies ansiosos deformaban la tierra que pisaban y agarrando con más fuerza de lo necesario el arco lo tensó. Fuego y anhelo en su semblante y expresión concentrada en sus labios apretados.
El pegaso decidió mirar al que sería su verdugo, con alguna clase de vana esperanza. Relinchó de nuevo, pero más débilmente que antes, agitando la cabeza suavemente. Pero otra flecha voló alcanzando su diana.
La calidez del aire se enfrió cuando el último músculo de este animal quedó inerte.
El cazador llamó al Hado, exigió su presencia. ''Devuélvemela'' dijo, y ''aquí la tienes'' afirmó el Destino señalando al animal muerto mientras sus crines se hacían cabellos y su lomo pecho, mientras las alas desaparecían y en su lugar aparecían delicadas extremidades.
-Mortal, tú la mataste, tú la perdiste. . .Tú hiciste el camino.
Esta es una pequeña historia de tema mítico dedicada a un amigo que me la pidió. No es gran cosa, lo sé, pero espero que te guste.
YBJBjBKJBJKML;LMKBN
ResponderEliminarMe ha matado el relato y me ha rematado la dedicatoria ;_;
Lo mío no es el análisis de la forma... Sólo diré que lo de Patricia Highsmith no puede ser una coincidencia. Cuánto j'arte junto shiquisha :)